¿Me permites ofrecerte un boleto al cielo? No tienes que pagarlo, y esa es una cosa muy ventajosa, ¡porque jamás tendrías suficiente dinero para comprarlo! Es gratis, pero solamente porque alguien ya murió pagando así su precio.
Dios te ama y, además de desear que tengas una vida llena de satisfacción sobre la tierra, también quiere que vivas con él eternamente en el cielo. El Señor es quien te ofrece un boleto cabalmente pagado. Nadie quiere ir al infierno porque ahí no hay nada de gozo ni de placeres. Dios tampoco desea que alquien vaya a aquel lugar. La Biblia dice que Dios no quiere “que nadie perezca” (2 Pedro 3:9).
Pero existe un problema con la adquisición del boleto gratis. Todos hemos hecho alguna cosa mala—todos hemos pecado, ¿no es cierto? La palabra de Dios dice, “Si afirmamos que no hemos pecado, lo hacemos pasar por mentiroso” (1 Juan 1:8). El pecado corrompe—nos ensucia y nos hace inadecuados para estar en la presencia de Dios en aquel lugar maravilloso y perfecto que llamamos el cielo. El pecado castiga—nos separa del Dios impecable, “Porque la paga del pecado es muerte” (Romanos 6:23).
En pocas palabras, ¡nuestra pecaminosidad impide la entrega del boleto que necesitamos para poder entrar al cielo!
¿Quién me lo pagó?
Pero, ¡la historia no termina ahí! ¡Aún hay buenas nuevas! Jesucristo, el Hijo de Dios, vino a la tierra para nacer y vivir su vida sin pecado. Él “murió por los [nuestros] pecados, el justo por los injustos [¡todos nosotros!], a fin de llevarlos a ustedes a Dios” (1 Pedro 3:18). Cuando Dios “hizo recaer él sobre la iniquidad de todos nosotros” (Isaías 53:6), Jesús clamó, “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (Marcos 15:34).
La respuesta es sencilla y a la vez profunda. Jesús fue separado de Dios porque él tomó tu lugar y el mío sobre la cruz, y por medio de la muerte él pagó la “paga” cabal que nuestros pecados merecían.
Entonces él resucitó de entre los muertos, fue visto por centenares de personas y hoy vive para que tú puedas conocerlo y recibir el regalo de la vida eterna—tu boleto al cielo. ¡Esto es la pura verdad! La Biblia declara, “Mas a cuantos lo recibieron [a Jesús], a los que creen en su nombre, les dio el derecho de ser hijos de Dios” (Juan 1:12).
¡Qué fantástico! Tú puedes llegar a ser una persona “nueva”—nacida de Dios—y comenzar a vivir una vida completamente nueva que agrade a Dios. Y, por supuesto, ¡todos los hijos de Dios tienen un boleto al cielo!
¿Lo quieres?
No es por casualidad que se te ofreció un boleto al cielo. Dios mismo ha hecho todos los arreglos para que tú puedas aceptarlo. La pregunta clave que determina todo es, ¿Jesús pagó por todos tus pecados o no? Dios dice que sí lo hizo. Confía en Dios que así es. “El que cree en el Hijo [de Dios] tiene vida eterna” (Juan 3:36).
Así como un hombre dice, “Sí, acepto a esta mujer para que sea mi esposa,” asimismo Dios quiere que tú le digas, “Sí, acepto a Jesús para que sea mi Salvador. Creo que él es el único camino al cielo”. La Biblia afirma, “El que tiene al Hijo [Jesús], tiene la vida” (1 Juan 5:12).
Si crees que el camino divinamente establecido para ir al cielo es el único camino, puedes “reclamar tu boleto” diciéndole a Dios palabras semejantes a éstas:
Amado Dios, yo he pecado. Sé que te he ofendido de muchas maneras. Lo siento mucho. Creo que Jesús padeció y murió por mis pecados, pagó cabalmente la deuda ocasionada por ellos y resucitó de entre los muertos. Jesús, creo en ti y te doy gracias por todo lo que has hecho por mí. Te pido que me salves del castigo de mis pecados, y que me des el nuevo nacimiento y el poder para vivir por ti. ¡Gracias por esta invitación a pasar la eternidad contigo!
Recuerda lo que afirma Juan 3:36: “El que cree en el Hijo tiene vida eterna”. ¿Ahora mismo crees en Jesús como tu salvador, tu único “boleto al cielo?” ¿Posees la vida eterna que Dios te prometió?